Cacahuamilpa (cacahuatl-milli == en la sementera del cacahuate)
Los indígenas de épocas prehispánicas no se atrevían a entrar a la cueva que ellos llamaban "salachi". Dentro de su fantasía, las formaciones eran encarnación de los malos espíritus que impedían el acceso al interior. Algunas personas de otras creencias y no tan supersticiosas, rompieron la creencia y vieron que no era maligna como creían.
El jefe de una tribu que existió hace mucho tiempo cerca del poblado de Tetipac fue derrocado del mando. Vagando por las montañas en busca de abrigo seguro, encontró unas cavernas enormes cercas de la montaña de donde salía el agua. Quedó maravillado ente el espectáculo que se le ofrecía a su vista y se puso a pensar en alguna estrategrama para recuperar el trono perdido.
Este jefe según la leyenda, tenía una hija que nadie conocía; firme en su propósito preparó a su hija para que se presentara ante su pueblo como una deidad. Fue a visitar a un anciano que le había permanecido fiel y lo trajo a la gruta para que viese una aparición divina. El anciano regresó a su vez al seno de la tribu y contó con atemorizada actitud lo que había visto dentro de la cueva Salachi. Seguido de los mayores de la tribu y de otros indígenas, visitaron de nuevo la cueva donde la divinidad (la hija) se encontraba sobre una maravillosa formación en el centro del lugar.
Cuando ella vio entrar a todos, levantó la voz en tono amenazante. Dijo que ella arrasaría la región con los fuegos del infierno si no reponían el trono del príncipe depuesto, pidiéndole perdón. Parece ser que esta estrategrama alcanzó el éxito deseado y es sabido que la tribu continuó por mucho tiempo adorando el secreto y misterioso santuario de la pretendida divinidad.
Después de la invasión española, los indígenas del pueblo de Cacahuamilpa, que conocían la existencia de las grutas, se la ocultaban cuidadosamente a los "conquistadores" españoles. No fue sino hasta 1834, cuando le dieron asilo en ellas a don Manuel Suárez de la Peña, rico comerciante de Tetecala y muy estimado de ellos, que lo ocultaron y lo sustrajeron a la acción de la justicia que lo perseguía por haber herido en un altercado violento a don Juan Puyad. Pasado el tiempo pudo regresar a su hogar, despertando el asombro de las gentes de Tetecala con sus fantásticos relatos de lo que había visto en el interior de la gruta. Así, el pueblo organizó la primera excursión, siendo el principio de las visitas a estas maravillosas grutas.
Recopilado del libro "Grutas de Cacahuamilpa", de José Rebolledo Iglesias, administrador de las grutas de 1962 a 1971.